En un informe de Infobae América, se ponen al descubierto las operaciones de Hezbollah en América Latina, que son cada vez mayores y más activas. Y para conseguir eso, el grupo terrorista aprovechó la masiva presencia de libaneses asentados a lo largo de toda la región desde hace más de un siglo y logró crear un entramado internacional muy complejo que mezcla negocios, diplomacia, remesas, lavado de dinero, terrorismo, cómplices y víctimas.
Los riesgos que corren quienes la financian -aún sin saberlo- son numerosos. En septiembre pasado, incluso, la Unión Europea declaró grupo terrorista a Hezbollah, lo que conlleva severas sanciones a sus contribuyentes en todo el mundo. La decisión de los cancilleres miembros del organismo internacional fue unánime.
México, Colombia, la Argentina, Brasil, Paraguay, Venezuela y Chile son los mayores receptores de esta inmigración en América Latina. Sin embargo, es en la denominada Triple Frontera donde la presencia de extremistas islámicos se acrecienta. Y cada vez más, también, en Venezuela.
En el límite fronterizo que une a la Argentina, Brasil y Paraguay existe una consolidada presencia de miembros de Hezbollah, cuyo origen se remonta al comienzo de la expansión demográfica de ese enclave.
Ciudad del Este (Paraguay), Foz de Iguazú (Brasil) y Puerto Iguazú (Argentina) componen el triángulo perfecto para la actividad delictiva del terrorismo islámico. Y, entre otros actos, fue la base operativa del mayor atentado terrorista que sufrió la región: el ataque a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) con sede en Buenos Aires, del cual se cumplen 20 años el próximo 18 de julio.
Tanto en Foz de Iguazú como en Ciudad del Este, la mayoría de los inmigrantes libaneses mantienen estrechos vínculos con sus familias aún radicadas en el Valle de Bekaa, en el Líbano, epicentro de Hezbollah.
Uno de los primeros en radicarse en la ciudad paraguaya fue Mohammed Youssef Abdallah, quien vive allí desde el 6 de julio de 1980. Abdallah es una de las personalidades del mundo islámico más influyentes en la zona y el constructor de la principal mezquita: Profeta Mahoma. Es sindicado por los estudiosos del fenómeno islámico en la región como uno de los miembros más antiguos de Hezbollah en América Latina.
Otro de los personajes claves en la red fundamentalista es Farouk Abdul Omairi. Señalado también como uno de los líderes del grupo terrorista en la zona, es uno de los más encumbrados comerciantes de la Triple Frontera y también activo religioso. Su vínculo con la mezquita Husseinia y con la Sociedad Benéfica Islámica sirve como contacto con la comunidad y puerta de entrada para coordinar sus tareas. Incluso es considerado el «gran coordinador» por los libaneses de ese triángulo geográfico.
«Toda persona que llega del Líbano se contacta con él, aunque más no sea por los pasajes«, señaló un testigo a la Justicia argentina al declarar por la causa que investiga el ataque terrorista contra la AMIA.
Los contactos de Omairi con Hezbollah están comprobados, además, por la Justicia de Francia, a partir de la detención en Costa de Marfil del terrorista Mahamed Adel Taki. Al momento de su captura en un aeropuerto, Taki tenía en su poder 70 kilos de explosivos, detonadores, granadas, armas portátiles, lanzacohetes y una agenda. En ella figuraba el nombre de Omairi y una particular acotación: «Buen hermano».
Bilal Mohsen Wehbe, libanés naturalizado brasileño, es uno de los representantes principales de Hezbollah en Sudamérica. Es señalado como responsable de las actividades de contrainteligencia del grupo en la Triple Frontera.
Otro de los señalados como jefes de Hezbollah en la Triple Frontera es el comerciante Assaad Ahmad Barakat, ex miembro del Consejo de Acción Islámica de Ciudad del Este y vicepresidente de la Sociedad Benéfica Islámica de Foz de Iguazú. Siempre con un pie en ambos territorios, Barakat forma parte del aparato de Seguridad Exterior de la banda terrorista. Como parte de ese grupo, reportaba sus acciones a Imad Moughnieh, radicado en Líbano y con pedido de captura internacional.
Barakat es también uno de los principales financistas recaudadores de Hezbollah en la región. Junto a su hermano, lograban recolectar dinero de la comunidad libanesa en Foz de Iguazú, sin que -en muchos casos- supieran que contribuían con el grupo terrorista. Akran Barakat actuó como sheik de la mezquita Husseinia, donde exigía anualmente el 2,5% de las ganancias de los miembros de la comunidad.
Pero las actividades ilegales de Barakat no se redujeron sólo a la Triple Frontera. Sus maniobras delictivas también llamaron la atención de la Justicia de Chile, país donde pretendió lavar dinero y en el cual fue condenado. Los servicios de inteligencia de Santiago comprobaron, en marzo de 2001, que Barakat había montado dos empresas fantasma para lavar dinero ilícito.
Las compañías fueron creadas en Iquique y llevaban el nombre de Saleh Trading Limited e Importadora y Exportadora Barakat Limitada. Todos sus ingresos provenían del comercio negro de Ciudad del Este. Según consta en la Justicia chilena, Barakat envió dinero al Líbano desde una cuenta en el Banco Sudamericano al Byblos Bank del Líbano.
Diferentes fuentes consultadas por Infobae dan cuenta de que Hezbollah abandona a su suerte a aquellas familias que sufrieron una pérdida mortal, aun cuando el deceso fue ordenado por el grupo terrorista. La organización delictiva promete una cuota mensual de 400 dólares aproximados a aquel núcleo familiar que haya aportado un hijo a la causa. Pero en el término de dos años, ese dinero deja de percibirse por completo. La única razón que podría extender ese beneficio es que haya otros hijos que puedan inmolarse por Hezbollah.
El desamparo y la extorsión no sólo los sufren aquellos cuyos hijos o hermanos murieron por la denominada «guerra santa«. Sino también comerciantes, empresarios y vecinos que ayudan de alguna forma a Hezbollah con la esperanza de un mejor pasar.
Se calcula que anualmente se envían desde la Triple Frontera más de 100 millones de dólares a Hezbollah, la zona de financiación más lucrativa de América Latina, a pesar de que Venezuela ha aumentado significativamente sus remesas. El mecanismo de transferencia varía dependiendo de los controles, pero el más común tiene como objetivo el trueque de cheques de viajeros.
En el Valle de Bekaa -epicentro de la actividad de Hezbollah– y en la Ciudad de Baalbek, producen por año millones de dólares falsos. Estos son ingresados a la Triple Frontera, donde los cómplices comerciales del grupo fundamentalista los introducen en el circuito de compra venta de todo tipo de mercadería. Con el dinero canjeado, la estructura delictiva islamista adquiere cheques de viajeros, que se cambian en diversos países de Europa, donde ingresan con pasaportes falsos paraguayos y brasileños. Con esas mismas identificaciones, transportan los billetes «verdaderos» al Líbano.
Ahora, la comunidad internacional debate cómo frenar ese envío de divisas para financiar a uno de los principales grupos terroristas de Medio Oriente. Con ese fin es que avanza en los Estados Unidos y Europa una Ley de Prevención Financiera Internacional que prevé endurecer las sanciones económicas contra la organización y restringir «su capacidad de utilizar fondos para apoyar actividades terroristas globales».