Por Psicóloga Tania Pérez
En algún momento de nuestra vida, se ha presentado alguna situación que nos ha llevado a desconfiar de otras personas. Realizamos suposiciones, juzgamos, criticamos, haciéndonos estar en un sistema de alerta y a la defensiva, en el cual una expresión, una mirada, nos indican todo un mundo de opiniones, que no siempre buenas. Parte de esas opiniones, corresponderán a la realidad, otras sin embargo no, siendo irrealistas y suposiciones, que se deben a sensaciones. Continuamente en la cotidianidad que vivimos bajo estrés, provocando desconfianza, se genera incertidumbre, nos permite dudar, provocando una gran cantidad de emociones, cuando juzgamos a alguien como deshonesto.
El problema acontece cuando no hay nadie a quien acudir, cuando ningún lugar es seguro, cuando no podemos confiar en nada y por tanto no podemos vincularnos con los otros. El inconveniente puede surgir cuando esta desconfianza, se vuelve un hábito que se instala en su personalidad, afectando distintas áreas de su vida cotidiana, la persona afirma que los demás se van a aprovechar de él, provocándole estar a la defensiva, siente que le van a hacer daño o lo van a engañar. Reiteradamente, la persona se siente ofendido por otra persona, estando convencido de que ha sido culpa de otro individuo. Las personas que sienten desconfianza están preocupadas por dudas, que no comprendidas acerca de la lealtad o fidelidad de sus amigos y socios, cuyos actos son indagados cuidadosamente en busca de pruebas con finalidades hostiles.
Las personas con este tipo de personalidad son reacias a confiar o intimar con los demás, tienen miedo de que la información que compartan sea utilizada en su contra. En los hechos perciben en los demás actitudes que son degradantes o amenazantes. Hay malas interpretaciones de lo que sucede frecuentemente, todo puede ser tomado como una crítica negativa, hacia su persona, pueden sentir una ayuda, con desconfianza, critica, y sentir en ellos mismos sentimientos de inseguridad, debidos a una baja autoestima, en el sentido de que no lo están haciendo bien solos. Suelen “no olvidar” aquello que le causó malestar, generando rencores, reaccionan con ira ante los “ofensas que perciben”. Tienen gran dificultad en los vínculos, es difícil llevarse bien y suelen tener problemas constantes. Su desconfianza y hostilidad pueden expresarse mediante las acusaciones, quejas continuas, se aíslan porque en general están convencidos que tienen la razón. Son personalidades que pueden comportarse de forma cautelosa, reservada, aparentan ser «fríos» y no tener empatía, ni sentimientos. En algunas ocasiones pueden parecer objetivos, racionales. La mayor parte del tiempo se muestran porfiados, hostiles e irónicos, lo cual le sirve para intentar comprobar sus hipótesis en lo que refiere a sus pensamientos.
El desarrollo de la confianza o la desconfianza se origina durante la infancia. Erick Erikson, plantea que los bebes con cuidadores que satisfacen sus necesidades y que son afectuosos desarrollaran al finalizar el primer año de vida lo que él llama “confianza básica”. La confianza básica es una capacidad fundamental para tener una mente sana, destacando lo primordial del vínculo temprano, y la buena comunicación con los cuidadores en la infancia. Si estos adultos responsables, no son afectivos, son inconsistentes o no cumplen sus promesas generará desconfianza en los niños y por tanto una personalidad desconfiada.
En estos casos los niños se sienten confundidos En los casos más graves, como maltrato, situaciones estresantes, puede hacer que confiar en los demás será severamente dañada y por lo tanto tendrán dificultades para confiar durante su vida adulta.
Si sentimos desconfianza será difícil tener relaciones profundas a nivel de amistades y de pareja, cuando se siente que nos quiera y nos ame. Esa relación entrará en conflicto con la visión negativa que tenemos de nosotros mismos. Este proceso hará que nos sintamos no merecedores del amor o que nos volvamos críticos con las personas que nos aman. En cualquiera de los casos es probable que nos “generemos trampas”, ya que lo que se espera es totalmente lo contrario, la relación siendo exigentes, sacando de proporción las cosas que no nos gustan del otro o incluso marchándonos, cuando en realidad se quiere formar un vinculo o relación que sea profunda y sana.
Las personas desconfiadas sufren mucho. Están constantemente pensando sobre lo que los demás piensan de ellos, analizando sus gestos, observando sus movimientos, entre otras cosas. Están en un “estado de alerta” constante y tienen miedo a sufrir emocionalmente por el otro. Se sienten tan vulnerables que necesitan volverse desconfiados para protegerse.
Actualmente se sabe que no es posible tener una vinculo sin honestidad y apertura, y que todas las relaciones tienen como pilar fundamental la confianza. Es ésta la que proporciona que las relaciones progresen. La confianza es la base de las habilidades sociales, si escaseamos de ella, el miedo y las emociones se apodera de nosotros y seríamos incapaces de hacer cualquier cosa.
La confianza se puede trabajar:
- Apóyandote en los hechos: sin juzgar, prestando atención a las conductas y hechos
- Se asertivo en las interacciones sociales, es primordial conocer tus valores y principios y poder mostrarlos de una forma honesta e integra.
- Evitar estar a la defensiva: es fundamental a escuchar lo que la otra persona tiene que decir.
- Ser más tolerante: tomar la crítica como algo constructivo.
- Se flexible: no todo es blanco o negro. Hay grises.
- Al inicio de toda relación es normal tener tus dudas e inseguridades, es parte de conocer a la persona, pero luego de un tiempo es importante eliminar estos aspectos.
- Trabajar la autoestima.
- Las inseguridades, desconfianza pueden venir de tu historia de vida, no surge de la nada, reflexiona y descubre qué está provocando estas preocupaciones.