Por Psicóloga Tania Pérez

La zona de confort es un estado de comodidad que puede ser física o mental en el que nos encontramos seguros, controlamos lo que sucede, nada se nos escapa y conocemos de principio a fin. Es una zona que hemos ido conquistando, donde tenemos todo aprendido y que también nos ha conquistado a nosotros. Esto implica que, a través de ella, buscamos el bienestar, y evitamos la fatiga de hacer cosas nuevas o vivir experiencias desconocidas.

Hemos sobrevivido como especie en consecuencia de algunos rasgos que nuestro cerebro ha desarrollado en estos miles de años. Entre ellos puedo mencionar el juicio por impulso, la capacidad de nuestro cerebro para decidir, en unos pocos milisegundos y de manera inconsciente, si tenemos que huir o atacar, y el “prejuicio de semejanza”, lo que nos lleva a elegir inconscientemente a personas que se parecen a nosotros. Este prejuicio se ha formado a lo largo de muchos miles de años durante los cuales hemos vivido en pequeños grupos familiares, donde la semejanza era un criterio que nos permitía reducir el riesgo de ser matados por animales distintos de nosotros. Con el prejuicio de semejanza, se ha formado también la que llamamos zona de confort. Se trata de un conjunto de comportamientos y situaciones en los que nuestro cerebro se siente más cómodo. Sin embargo, permanecer demasiado tiempo en la zona de confort nos impide progresar. Si tratamos de salir de esa zona, nos invade, aunque no sepamos porqué, un miedo profundo. El miedo es el principal componente que nos afecta a la hora de querer expandir, o salir de nuestra zona de confort. Esta emoción, es necesaria, facilita evitar algo doloroso o peligroso y nos permite responder con mayor rapidez y eficacia ante las adversidades. Además, es un mecanismo de protección «grabado» en nuestro ADN; fue aprendido por nuestros antepasados y forma parte del esquema evolutivo del hombre.  Nuestro cerebro determina nuestra forma de actuar, viene de la prehistoria, antes los seres humanos tenían que sobrevivir, estando atentos para la lucha. Nuestro cerebro tiene neurotransmisores que nos permiten adaptarnos mejor y ser flexibles a determinadas situaciones. Si alguna vez queremos superar nuestras propias expectativas, sin duda, tendremos que salir de nuestra zona de confort.

Hay veces que estar en la zona de confort cuando nos sentimos felices con nosotros mismos, puede ser tomado subjetivamente y es muy variable como las personas tomamos esta situación, aquí se pone en juego aspectos de personalidad, aspiraciones, logros, proyectos de vida, y hasta para algunas personas no es necesario salir de la zona de confort, mientras otras personas mencionan que necesitan cambios y que están acostumbrados a ellos. Abarca lo conocido, ese ambiente donde estamos a gusto y nos hace sentir seguros porque todo está bajo nuestro control.  Renunciar a lo seguro y lo conocido, permite que se creen oportunidades y desarrollen nuevas capacidades. A medida que se va haciendo esto se adquiere las habilidades necesarias para asumir desafíos cada vez mayores.

El valor no es la ausencia de miedo, es más bien saber reconocer que hay algo más importante que el miedo. El verdadero líder tiene miedo, pero puede hacerle frente y lo utiliza para mejorar. Nunca descubrirás todo tu potencial a menos que no salgas de tu zona de confort. Para crecer debes ponerte en un lugar donde se te exige más. Nadie ha alcanzado sus sueños quedándose en su zona de confort.

Es importante salir de la zona de confort cuando el bienestar que se siente no es producto de insatisfacción, hay angustia, no se está conforme con uno mismo, hay ausencia de felicidad, se siente mucho malestar, hay sensación de pasividad. La rutina provoca apatía y vacío existencial, impidiendo el crecimiento personal al renunciar a tomar iniciativas que ensanchen los límites de esa zona. El bienestar que se siente no es producto de la satisfacción o el orgullo personal, sino de la ausencia de emociones negativas como la incertidumbre o la inseguridad al refugiarnos en nuestro entorno conocido. La zona de confort también es trabajar en algo simple en un entorno seguro sin querer promocionarse, o mantener una relación que da seguridad a pesar de estar a disgusto.  

Muchos autores señalan que no todo en la zona de confort es bueno, muchas veces tenemos situaciones conocidas que nos incomodan, nos limitan, nos frenan para avanzar hacia nuevos escenarios y realizar conductas nuevas que nos hagan poner a prueba nuestras capacidades. La zona de confort se asemeja a: “Más vale malo conocido que bueno por conocer”, pero, asimismo, es una zona aburrida, sin sucesos interesantes o sorpresas, aunque nos ahorra muchas preocupaciones. Aunque muchas veces también nos hace autosabotearnos porque hay contextos que no nos hacen sentir bien, pero a pesar de eso decimos quedarnos en esa zona y no cambiar. Salir de la zona de confort es necesario para generar cambios, para esto se hace inevitable encontrar internamente motivación, objetivos, cuestionarnos sensaciones de bienestar y necesidades que nos hagan sentir mejor. 

Para todo lo que no nos gusta tenemos el conformismo, nos convencemos de que es mejor quedarnos de esa forma. Fuera de la zona de confort encontramos aspectos negativos: el peligro, el fracaso, el miedo, lo incierto. Debemos tener en cuenta que hay cosas positivas: lo inesperado, las oportunidades, las aventuras o las nuevas experiencias. Entre las cosas malas y las buenas, está la zona de aprendizaje.

Cuando hay cambios a nivel laboral o, por ejemplo, nos vamos a vivir a otro lugar distinto, salimos de nuestra zona de confort para adentrarnos en una zona de aprendizaje. Nos enfrentamos a gente nueva, a lugares extraños a un idioma desconocido y a una cultura ajena. La zona de aprendizaje no está libre de peligros, miedos y frustraciones, pero una vez superados, nos sentimos personas más seguras, con perspectivas más amplias del mundo, con mayor empatía, creatividad, sensibilidad y capacidad de afrontamiento y adaptación a los cambios del mundo y de la vida en sí misma.

Más allá de tu zona de aprendizaje, se encuentra lo que llamamos la zona de pánico o la zona de no-experiencia. Algunas personas creen que si salen a la zona mágica no pueden dar marcha atrás, que la zona de confort desaparece. Esto no es cierto, lo que sucede es que extiendes tu zona de confort y aprendizaje. Cambiar no significa perder lo que tenías, significa que añades experiencias y aprendizajes. El cambio es en realidad desarrollo. Esto podría parecer miedo a lo desconocido, pero en realidad es miedo a perder, a perder lo que tienes, o lo que es aún peor, a perder lo que eres.

Es indiscutible que a todos nos gusta volver a nuestra zona de confort cuando llevamos mucho tiempo fuera de ella. La buena noticia es que podemos volver a nuestra zona de confort cuando queramos, el tema está en desafiarnos y sentirnos felices. La razón es que nuestra zona de confort se ha expandido y somos capaces de sentirnos seguros en un contexto más amplio, en el proceso hemos hecho desaparecer muchos miedos. En psicología la zona de confort implica como manejamos nuestros pensamientos, un estado mental, enfrentar miedos, desafíos, asumir riesgos, utilizar estrategias, aprender a manejar ansiedades y tener sobre todo fuerza de voluntad. Tomar decisiones no es fácil pero el tema está en animarse y conocerse para saber identificar lo que necesitamos.

De lo observado en las consultas puedo mencionar que muchas personas no se animan a salir de esa zona de confort por aprendizajes, baja autoestima, depresión, miedo a equivocarse y no querer frustrarse. La frustración muchas veces es vista como algo “negativo”, es inevitable realizar acciones siempre con “buenos resultados”, y en algún momento nos enfrentamos a la frustración, el tema  es seguir adelante y buscar una salida diferente, ser perseverantes para lograr lo que se desea, es necesaria para aprender y animarse a realizar  “cosas” nuevas.

Para lograr que los pacientes salgan de la zona de confort es importante que tomen conciencia del cambio que necesitan y generen situaciones nuevas y puedan comprometerse a cambiar. Se puede escribir lo que se quiere y empezar poco a poco, se tiene que flexibilizar los pensamientos, aprender a adaptase con más facilidad a situaciones nuevas. También trabajo desde la educación con los pacientes para que puedan adaptarse con más facilidad, aquí el mindfulness, hipnosis, pnl, emdr y entrenamiento cerebral (neurofeedback). Otro aspecto fundamental es mencionar que siempre que se experimenta algo nuevo siempre se experimental un poco de ansiedad o nerviosismo, este es “normal” por lo que es importante ignorarlo, seguir a adelante y arriesgar a aprender y cambiar.

Reflexiona en lo siguiente: En este momento estás en el presente. Has dejado tu pasado atrás. Tu futuro está por llegar. Pregúntate si lo que estás haciendo hoy te acerca a donde quieres estar…si quieres resultados distintos no hagas siempre lo mismo.