Una mujer de tez morena, con los ojos cerrados, sueña con peces anaranjados que nadan en el aire. “Ella imagina, y cuando uno imagina transforma lo imposible en posible”, afirma el artista Pez Dani, co creador de uno de los murales que desde este fin de semana cobraron vida en más de 40 muros que el colectivo “Pintó” intervino en La Teja, con el apoyo de Inca, empresa del grupo AkzoNobel.
Este fin de semana, ochenta muralistas, grafiteros, pintores y artistas nacionales e internacionales salieron a las calles del barrio con 700 litros de pintura donados por Inca, para transformar las fachadas grises y deterioradas ofrecidas por los vecinos.
“Acá había una volqueta llena de basura. El espacio ahora está recuperado y uno se siente distinto”, cuenta Jorge, uno de los habitantes de la calle Ameghino, mientras de fondo se escucha cantar a una murga.
Con sus manos llenas de pintura, uno de los artistas no oculta su satisfacción por la tarea. “Trabajar en la calle es generar energía con la gente del barrio, es transformar lo negativo en positivo, hacer que la gente se identifique con la obra y aprender entre todos. Esto es brindarle amor a las personas”.
A su lado, Jairo Portillo, conocido como “El Cubano”, explica que el trabajo se hizo con los vecinos porque “cada uno puso lo suyo. Es importante la participación para que no pase inadvertido. Lo fundamental es que se identifiquen”, asegura.
A la vuelta de esta obra que plasma la africanidad, está el fútbol, en la obra que diseñó Diego Falero, “El Neno”, artista plástico y vecino de La Teja, que personalmente sacó fotos de los muros y los llevó al colectivo para impulsar la idea de pintar su propio barrio.
“La gente se apropia de los muros con este tipo de propuestas. El color se vuelve inspirador y lo lindo de pintar en la calle es la comunicación con los vecinos, la identificación con los gurises, que ven lo precioso que quedó y saben que tuvieron que ver con eso”, explica.
Al igual que en abril, cuando el tornado que azotó a Dolores convocó a decenas de artistas que con el apoyo de Inca con pintura, decidieron revitalizar a una ciudad castigada por la naturaleza, en este caso retornaron junto a destacados plásticos como El Santo, Ákite, Lu Om, La Lola, Flow y Mokek. Además, hubo participantes de Argentina, Chile, Brasil, México, Colombia y Cuba.
Juan Ignacio Echandía, “Jota”, tiene 24 años y es chileno. Junto a un grupo de artistas y vecinos se reunió el viernes temprano para hacer una lluvia de ideas sobre elementos que describieran la cultura latinoamericana y uruguaya. Así nació un mural compuesto por un mate, boleadoras, un caballo que refleja la garra charrúa y una virgen con toques carnavalescos, símbolo de la protección y el amor al barrio.
“Jota” interrumpe la pintura para jugar con los niños, que también toman la pintura y le dan su toque al mural. Él lo celebra. “Es importante compartir con ellos. Son cosas que sirven para fomentar la cultura y el conocimiento. Lo importante es que la gente se empodere y recupere los espacios vacíos para darles un uso. Los colores son vibración. El graffiti es el lenguaje de la calle. La gente se personifica con lo que colocamos en los muros y por eso es importante entregar un mensaje adecuado. Los muros son de la comunidad y quedan para la gente”, afirma.
En el otro extremo de La Teja, el muro que pintó Natalia Barenchi es diferente. Allí, desde la pared, miran sus hijos. Acostumbrada a pintar retratos, que aprendió en el taller de Guillermo García Cruz, eligió una imagen de sus pequeños para ilustrar su primer mural y la imagen deslumbra por lo vívida. Los vecinos se detienen a admirarla, opinan y transmiten su calidez.
“Los muros pintados son profundamente inspiradores porque no es lo mismo que una pared gris. Acá, en La Teja, la noción de pertenencia es muy fuerte, así que cuando nosotros llegamos, por un lado parece que invadimos, pero por otro nos abren las puertas y venimos con algo nuevo, que transmite calidez. Miran los muros y no pueden creer lo que está pasando. Es algo mágico”, señala Natalia.
María, una vecina de la zona asegura que “ver los muros llenos de color es distinto. Uno siente el barrio diferente, con otra luz, lleno de energía. Dan ganas de hacer cosas, de cuidar, de mejorar. De alguna manera uno siente que este es un punto de partida para hacer cambios», señaló María.
«El frente de esta esquina era totalmente gris. Ahora tenemos todo este color y se percibe mejor. Además fue increíble ver a los chiquilines acercarse a pintar con tanto entusiasmo. Realmente fue una experiencia diferente», contó otro vecino de La Teja.
El apoyo de Pinturas Inca con una donación de 700 litros de pintura al colectivo “Pintó” se enmarca en su iniciativa mundial Human Cities y como parte de su programa “Vení al Color”, cuyo foco es proteger y volver a valorizar aquellos espacios emblemáticos para las comunidades y las ciudades que habitamos, haciéndolas más alegres, sustentables, coloridas y disfrutables en un mundo donde el crecimiento poblacional en las ciudades va en aumento y donde el color se convierte en un factor esencial para hacer la vida más agradable e inspiradora.